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TRADUCCIÓN

Selección, traducción y notas de L Felipe Alarcón

«La frescura que mana de la amistad».
Cartas de Maurice Blanchot a Dominique Aury

Maurice Blanchot

Introducción

Me convertí en periodista en los años treinta, gracias a Thierry Maulnier. Yo trabajaba en L’Insurgé. Comparado con esta publicación, L’Action française era civilizada. Había también un joven grande, delgado, que caminaba lento y estaba sentado en su oficina con una manta sobre las rodillas: Maurice Blanchot. En esa época adopté mi pseudónimo. Aury viene del apellido de soltera de mi madre, que era Auricoste. Dominique era para que no se supiera si se trataba de una muchacha o de un muchacho. Yo no asistía a las reuniones editoriales de L’Insurgé. Un día alguien preguntó:  «Dominique Aury, él o ella, ¿entregará su artículo para el número siguiente?». Durante mucho tiempo nadie me notó, estaba muy bien” (Aury, 1996)

Esa declaración, en su simpleza, nos ofrece ya una entrada a las cartas que a continuación se publican. Dominique Aury conoció a Blanchot en los primeros años de su juventud y permaneció ligada a él, de una forma u otra, durante toda su vida. El paralelo, sin ser impresionante, es destacable: ambos participaron en las revistas de la ultraderecha francesa de entreguerras (L’Insurgé, pero también Combat), luego se distanciaron, ambos fueron cercanos al grupo comunista alrededor de Duras, Antelme y Mascolo, dedicaron su vida a la literatura, pasaron por la Nouvelle Revue Française, Commerce, Gallimard. Los unió también un cierto gusto, tal vez impuesto, por la invisibilidad. Pero Aury también estuvo ligada sentimentalmente a Maulnier, compañero de ruta de Blanchot en los treinta, y a Jean Paulhan, su amigo y a veces su protector después de la Liberación [1]. Tantos cambios atravesados juntos, en la amistad, en la distancia, en la discreción y la indiscreción que esta requiere. Estas cartas son testimonio.

Pero el personaje de Dominique Aury no se limita a eso, a una amistad con Maurice Blanchot o a sus amores con los y las intelectuales francesas (estuvo también ligada a Édith Thomas y a Janine Aeply). Bajo el pseudónimo de Pauline Réage publicó de Historia de O, para muchos, también para mí, una de las mejores novelas eróticas del siglo XX. Un poco antes había publicado dos antologías bellísimas, respetadas: Antología de la poesía religiosa francesa y Poetas preciosos y barrocos del siglo XVII. Tradujo, dirigió colecciones, publicó ensayos y poesía, intrigó la vida cultural francesa como pocas, siempre desde una especie de invisibilidad [2]. Esta invisibilidad tocó también su obra: desde el día de su publicación se especuló que ella era la autora de Historia de O, aunque también se pensó en Mandiargues o Paulhan, pero solo en 1994, a casi cincuenta años de su publicación, lo confesó públicamente. Solo en ese momento se supo que Anne Desclos —su nombre de nacimiento— fue Dominique Aury pero también Pauline Réage, y quién sabe cuántas más.

Y es queda todavía mucho por descubrir sobre ella, casi todo. Fuera de las entrevistas compiladas en dos volúmenes, hay, hasta donde sé, solo una monografía importante: Dominique Aury, de Angie David [3]. Es de allí que hemos extraído las cartas.  No figuran ni en la bibliografía que publica Espace Maurice Blanchot ni en la biografía de Blanchot, donde Aury es solo mencionada dos veces. Pero no es un secreto, el libro de David está allí, una parte de los especialistas en Blanchot las conocen. No han logrado, sin embargo, la notoriedad de las cartas con Vadim Kozovoi, Emmanuel Levinas o Pierre Madaule. Tal vez no sea del todo una lástima.

En las cartas quizás descubra el lector una ternura y una consideración que ignoraba en Blanchot. Descubrirá también detalles que, creo, no encontrará en otra parte: las razones del alejamiento de la NRF, o que El libro por venir iba a llamarse La ausencia del libro. También algunas declinaciones del discurso sobre la amistad que Blanchot durante tanto tiempo y tan solitariamente mantuvo. Tal vez una curiosidad: Blanchot la llama Dominique (su pseudónimo), pero también Anne (como el personaje de Thomas el Oscuro) y Annette. Este último nombre, además de Blanchot, al parecer solo lo usaron sus dos grandes amores masculinos: Maulnier y Paulhan. “La exclusividad de su amistad reposa también sobre el conocimiento que él tiene de su verdadero nombre: «trato modestamente —le escribe Blanchot— de mantenerla casi para mí bajo ese nombre»” (Davis, 2006: 281).

He seleccionado solo algunas cartas, las que me parecen más importantes o más completas. El lector podrá encontrar el resto en el volumen de Angie David. No queriendo interferir en la lectura, solo he agregado, además de tres notas, las informaciones que parecían esenciales, siempre entre corchetes.

L Felipe Alarcón

1957

“Para Dominique, por encima del fuego del verano, la frescura que mana de la amistad,

 

M.

¿Sabe usted cuándo aparecerá el número especial de Valery Larbaud?”

Enero de 1959

“Qué contento he estado con sus signos de amistad. Quizás este año me traiga otros, eso lo haría ya un año feliz. Pero deseo que este año le dé a usted placer en todas las cosas, pequeñas, grandes, de las que no tengo más que un conocimiento incierto. (…) No sé si tengo derecho a decir que la conozco, pero me parece que a través de la amistad estamos necesariamente en familiaridad con todo lo que, al uno y al otro, nos es desconocido del uno y del otro.

La abrazo, querida Annette, M.”

8 de diciembre de 1959

“He escuchado muchas veces su voz durante este tiempo: me ha alegrado, incluso si he tenido que luchar contra la impresión de que hablaba usted en un falso presente (habiendo sido registrada en una época muy anterior), y que entonces de todas formas yo no conocía nada de usted ahora —ni siquiera su voz, en el diálogo amistoso con M.A [Marcel Arland, editor de la NRF].
Estaría feliz si consiente acoger en el cuerpo de la revista el texto adjunto. El título que lleva debería ser el título reservado para mi próximo libro, llamado la ausencia del libro, en que habrá numerosos fragmentos que la nrf, por medio de su incansable buena voluntad, me ha animado a seguir poniendo al día —y también aplazando. Eso, desgraciadamente, forma un volumen de lo más voluminoso, como necesariamente sucede a partir de lo ‘fragmentario’. ¿Podría yo un día enviárselo, al menos si me decido de una vez a hacer pasar egoístamente mi carga hacia usted?

La abrazo tiernamente, Dominique. Quisiera tener más directamente noticias suyas y de Jean [Paulhan]”

 

“Siempre me ponen contento estos encuentros, sean lo fugitivos que sean. Pero el cansancio del que me ha hablado, eso sí me deja preocupado. No me gusta haberla expuesto — junto a usted y a todo lo que hay de sutilísimo en usted— a una fatiga como esa. Yo creo que, en lo invisible, es usted invulnerable, pero por esa misma razón también muy vulnerable. En fin, eso me puso triste.

Perdóneme que se lo diga, y puesto que hablo hoy, que agregue también que en la última nrf hay páginas que recordaré. Su amigo” [4].

13 de enero de 1963

“Me parece que es el único momento en el que me siento con derecho a llamarla por su verdadero nombre, ese que tantos recuerdos evoca en mí, digo: una amistad más segura que la historia y más profunda que la memoria.

Buen año, querida Annette, la abrazo tiernamente”[5]

29 de diciembre de 1965

“Querida Annette, siempre la acompañaré a través del pensamiento, de la amistad, mientras esté yo allí. Su amigo, Maurice. ¿Me daría noticias?”

Otoño de 1966

“Sin noticias desde hace tanto tiempo. Me entrego ahora a esos días en los que uno se siente todavía más ajeno, más retirado de las esperanzas que sin embargo me encantaría compartir, para decirle: lo que no cambia, lo que sigue vivo, un pensamiento fuera de la memoria, una amistad sin exigencias (¿pero debería quizás ser más exigente?).
Querida Annette —ese nombre tan lindo es su nombre en mí— la abrazo tiernamente”

7 de octubre de 1968

“Hace tiempo que no hablamos. Desde mayo, en realidad. El inmenso silencio de ese acontecimiento interrumpió muchas palabras, entre ellas las más queridas.

Quizás sabe, quizás ignora que, en la medida de mis medios (muy débiles), a veces públicamente, las más anónimamente, acorde al movimiento que desde hace mucho lo orienta, he participado en esos acontecimientos. Comprometí mi responsabilidad, mi reflexión y las fuerzas que me quedaban. No que para mí haya cambiado el curso de lo que me era necesario pensar desde hace tiempo, sino que me ha confirmado en mi exigencia de ruptura, a la que ya no me permite fallarle.

Eso me lleva a varias decisiones. Algunas de ellas me son lamentables. De entre ellas, no es la menos difícil interrumpir, después de 16 años, mi colaboración con la NRF, una colaboración en la que siempre fui libre, acogido con amistad, apoyado afectuosamente incluso en mis escritos menos legibles. En fin, ayudado materialmente con bondad.

Mis razones, usted las discernirá. Estas no ponen para nada en duda la imparcialidad de la revista. Yo, por el contrario, diría que esa imparcialidad es, en su formalidad, tan ajena al movimiento que me importa que parece que no pudiera contribuir a través de mi presencia. Agrego que el rechazo que, desde 1958, he expresado no solamente respecto al régimen, sino respecto a todas las instituciones que le están ligadas, ha tomado cuerpo de tal manera que es imposible continuar existiendo liberal, honorablemente aquí, mientras que me suprimiría en otra parte, luchando anónimamente con mis compañeros. Agrego todavía esto (pero es casi un entremés [6]): que ciertos comentarios del número de octubre sobre las revistas —en su liberación misma, necesariamente de apariencia— muestran que la posibilidad de publicar en NRF solo tendría para mí ese poder de confusión o de complacencia que usted denuncia.

Querida Dominique, esta carta es naturalmente privada. Me retiro silenciosamente. Dígales a Jean [Paulhan] y a Marcel [Arland], pidiéndoles al uno y al otro conservarme en su amistad, como sé que usted me conservara en la suya, pase lo que pase y a pesar del tiempo, la ruptura del tiempo.

 

La abrazo”

 

23 de noviembre de 1968

“Algún día, cuando pueda y si lo quiere, le pediría ir a verla. Quizás le sea posible hablarme de esos meses en lo que apenas vivió y del recuerdo que está en usted. Como digo a veces, a causa de las circunstancias que desde hace tantos años han, por el alejamiento, inmovilizado los días, Jean [Paulhan] sigue vivo para mí, con esa ligera fuerza de vida, ese rechazo a creer que la vida, en eso mismo que la vuelve oscura, debe renunciar a la claridad y (decepcionar) a quienes son capaces de acogerla tal como se da. Esa recompensa inmerecida que de este modo me acordó —de cierta manera a través de usted, de nuestro lazo—, la siento como una marca de su generosidad, esa generosidad que es también, precisamente todavía, una prueba de vida.

Es seguro, si puedo, aunque sea brevemente, no quisiera faltar en el proyecto de la NRF. Fue durante los años de guerra —donde a menudo fuimos tan cercanos— que Jean [Paulhan] un día me preguntó si, llegada la paz y la revista siendo de nuevo ella misma, aceptaría yo formar parte. Recuerdo mi respuesta: «a condición de que ella misma sea clandestina», y la suya: «pero siempre ha sido clandestina»”

 

1 de abril de 1971

“Si puedo, le enviaré un pequeño texto. Si no puedo, no será por falta de amistad ni por usted ni por Brice Parain, con quien estaba, me sentía, ligado incluso si nuestros intercambios eran escasos (pero me había escrito recientemente).

Estoy con usted, con su tristeza, con su ternura”

 

Bibliografía 

Aury, D. (1996) “Propos”. L’Infini, 55, 21-33.

--------- (1999) Vocation: clandestine. Paris: Gallimard.
Blanchette, J. (2011) De Pauline Réage à Anne Rice: un pas vers une sexualité démocratisée. Sarrebruck: EUE.
Blanchot, M. (1996) Pour l’amitié. Paris: Fourbis.
Davis, A. (2006) Dominique Aury. Paris: Éditions Léo Scheer.
Destais, A. (2006) L’émergence de la littérature érographique féminine en France: 1954-1975. Universidad de Caen. Tesis Doctoral inédita.
Réage, P. (1995) O m’a dit. Entretiens avec Pauline Réage. Paris: Pauvert.

1. “En ese entonces [principios de los 40] yo estaba ligado a Jean Paulhan, él me aconsejaba. Recuerdo que durante un viaje en metro se acercó a mí y me dijo al oído ‘Desconfíe de ese, desconfíe de esta’. Nada más, yo no tenía  necesidad de explicaciones y me cuidaba de pedirlas. Época del silencio, periodo de la confianza muda” (Blanchot, 1996: 12).

 

2. “Dominique es retraída, su autoridad se expresa sin que lo parezca, directa e invisible” (Davis, 2006: 187).

 

3. Las entrevistas están en Aury (1999) y Réage (1995). Existen algunas monografías parciales, como la de Julie Blanchette (2011) o la tesis, aún no publicada, de Alexandra Destais (2006).

 

4. Probablemente se trate de “«Votre solidité»”, publicado en el número 97 de NRF (1961).

 

5. Blanchot tenía la costumbre de enviarle saludos de año nuevo, la mayoría muy breves.

 

6. Hors-d’œuvre es, efectivamente, un entremés, es su sentido corriente. Por extensión, se dice también de algo que viene antes de lo principal, o que lo anuncia. Ahora bien, literalmente es “fuera de obra”. Esta segunda opción de traducción sobrecarga el sentido, pero merece ser tenida en cuenta.

Nota 1
Nota 2
Nota 3
Nota 4
Nota 5
Nota 6
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