Entrevista a Analía Gerbaudo sobre Políticas de exhumación. Las clases de los críticos en la universidad argentina de la posdictadura (1984–1986)*
Colectiva Materia
*Analía Gerbaudo, Políticas de exhumación. Las clases de los críticos en la universidad argentina de la posdictadura (1984–1986), Ediciones UNL/Ediciones UNGS, Santa Fé/Buenos Aires, 2016.
1. Tu libro lleva un nombre fuerte: exhumaciones. Por una parte, lo referís a la posición derridiana en torno a aquellas escrituras que quedan al margen a partir de la instalación de los cánones hegemónicos. Por otra parte, la investigación concreta se denomina política desde el momento en que apunta a “trabajar entre las grietas”, y a rescatar y reponer el circuito que se generaba a partir de unos materiales cotidianos (las clases), ligados a les profesores universitaries en su rol de trabajadores asalariades (y seguramente precarizades) pero que son, en última instancia, quienes contribuyen a armar los cánones hegemónicos de la teoría y la crítica literaria en la posdictadura (hablás de Ludmer, Panesi, Sarlo, Pezzoni, Viñas). ¿Crees que desde la materialidad efímera, accidentada, ligada al acontecimiento del encuentro docente-estudiantes, puede leerse de otra manera la construcción de esos cánones? ¿O la política de esas exhumaciones
adquiere mayor densidad en otra dimensión? ¿En cuál?
Esta pregunta dispara varias cosas. En primer lugar, creo que sobre el mismo corte temporal, e incluso sobre las mismas cátedras, los mismos espacios y las mismas prácticas se podría haber contado otro “cuento”, como diría mi amiga Rossana Nofal. Para contar el mío me permití colocarme en un lugar habilitado en parte por Jacques Derrida, en parte por Jorge Panesi. En varios textos Panesi insiste que no son los profesores quienes eligen a sus discípulos, sino estos a ellos. Desde ese ángulo, alguien que leyó fervorosamente esas clases, aún a la distancia (temporal y espacial), podría considerase “alumna” de esos maestros. Desde ese lugar leí y escribí.
En segundo lugar, como dice Jean-Luc Nancy a propósito de Derrida, “más de un Derrida, más de un Jacques”, podríamos decir, a propósito de Ludmer, “más de una Josefina, más de una China”. Y así con cada una de las firmas allí retomadas: Panesi, Sarlo, Pezzoni, Viñas. En definitiva, lejos de pretender una mirada totalizadora, cuento un cuento sobre un momento clave del campo de los estudios literarios en Argentina que es, también, un momento clave en su institucionalización.
2. En tu investigación destacás permanentemente la relación entre les profesores de la Universidad de Buenos Aires y les investigadores de otras universidades nacionales que fueron sus discípulxs, herederxs o continuadores de sus legados, que incluso podían viajar a Buenos Aires solo para buscar las clases. En esa parte detallista y encantadora de tu trabajo de exhumación, ¿cómo pensás la relación a distancia entre la capital y el “interior”? ¿Es posible pensar la “exhumación” (sobre todo cuando no se trata de profesores muertxs) como un modo tergiversante de la herencia y el legado? (tergiversante porque supone una contemporaneidad antes que una sucesión, y una consecuente parataxis
antes que una hipotaxis, por decirlo así).
Desde que leí “A corazón abierto” de Derrida no puedo no pensar la herencia sino como la fidelidad infiel: llevar la herencia a otra parte, hacer con el legado otra cosa. Cuando arranqué la investigación, trabajar sobre enseñanza e institucionalización de la teoría literaria y la literatura argentina era un tema menor, casi te diría, tratado con desprecio en el campo. En ese sentido, el estímulo que tuve de Miguel Dalmaroni fue central para continuar, para darle visibilidad a lo que estaba haciendo, para crear redes de conversación sobre lo que iba produciendo.
También fue muy importante encontrarme con ese texto maravilloso que Paco Vidarte lee cuando viaja a Buenos Aires para un congreso que organiza Mónica Cragnolini, apenas fallecido Derrida. El Paco lee “Mes chances” de Derrida e inventa la noción de “contigüidades sintomáticas”. Con ese tono desaforado y desacralizante, el Paco traduce el síntoma como “lo que te cae”. Hay algo de síntoma en mi lectura: en primer lugar, es un trabajo que necesité escribir en términos de difusión. Para alguien formado en las universidades del centro de nuestra periferia, puede parecer extraño, pero en nuestro país, a pesar de la Web y de las nuevas tecnologías de la información, hay temas que se discutieron en la UBA en los ochenta y que recién bien entrado el siglo XXI se están discutiendo en la periferia de nuestra periferia. En ese sentido, pienso que el librito supone un aporte, no para alguien que egresó de la UBA o que se formó allí, sino para jóvenes y no tan jóvenes formados en la periferia de la periferia. Por otra investigación que estoy haciendo con Gisele Sapiro, trabajé con alrededor de 180 curriculums y otras tantas entrevistas a profesores del campo de los estudios literarios. El resultado, a publicarse en 2020, confirma un dato que la socióloga Fernanda Beigel venía trabajando desde las ciencias humanas y sociales en general: la “heterogeneidad estructural” del campo se combina con ritmos de institucionalización y de profesionalización muy diferentes. Algo que va más allá de la geografía: Santa Fe y Rosario están a dos horas y media de viaje en micro, pero a 20 años de diferencia en cuanto a organización de tradiciones de investigación.
En ese sentido, exhumar era traer a la conversación algo que había sido sólo parcialmente expandido y luego, en cierto punto, olvidado, poco valorado, e incluso, tratado despectivamente.
En un país con fuertes fantasías fundacionales, exhumar es también cooperar en los trabajos de memoria y, en buena medida, mostrar lazos de dones y deudas muchas veces olvidados o pasados por alto, incluso en estados del arte “científicos” con sello CONICET.
3. Uno de los conceptos que durante años has estudiado y hecho tuyo es el de nano-intervención, y en este libro vuelve bajo la forma de la labor docente. El gesto es el de prestar atención a acciones “minúsculas”, como podría ser considerada la docencia en relación con las intervenciones de un intelectual, o como podría ser considerado el mundo intelectual en general frente a la realpolitik. ¿Cómo pensás las nano-intervenciones de las actividades académicas, intelectuales, de investigación, difusión y docencia en todos los niveles en el contexto actual?
Roberto Jacobi tiene una frase que explica mucho de nuestro campo: “El deseo nace del derrumbe”. ¿Cómo explicar sino la productividad de los investigadores y docentes de las universidades públicas y del CONICET, a pesar de la violencia política estatal traducida, según los contextos, en desfinanciamiento a la ciencia y a la educación y/o en persecución
por razones ideológicas?
En un congreso celebrado en Francia a propósito de la publicación póstuma de las clases de Bourdieu sobre el Estado, Sapiro dice que la enseñanza es una práctica en la que los profesores trabajan sobre aquello que no pueden escribir. Uno puede pensar que es porque el problema aún no está lo suficientemente procesado como para dar lugar a un libro o a un artículo; también se puede pensar que es por protección. Hay algo que se juega allí, en la clase, que es de un orden propio, singular, que requiere su estudio específico. Hay también algo de orden “nano” en el sentido de que se trata de pequeñas acciones para un público, en principio, muy restringido (luego si las clases se publican, ese carácter cambia, pero la mayor parte de las clases no pasan a formar parte de ningún archivo, ni en papel ni digital). También se trata del aspecto menos “prestigioso” y “prestigiado” de nuestro trabajo. Sin embargo, es la usina donde se producen las creaciones y las transferencias de resultados de investigaciones más productivos. El librito intenta mostrar eso a partir de unos pocos ejemplos. Sigo en esa línea de exploración.
No llegué ahí, en este primer librito, a meterme con otra práctica desprestigiada e institucionalmente incluida en nuestra vida de universitarios desde la reforma del 18: la extensión. Trabajé eso en otra publicación on line, rescatando experiencias de extensión que transforman el concepto mismo a partir de su hacer. Estamos ahora preparando un
segundo libro en ese mismo sentido. Encuentro, a pesar del contexto actual, o tal vez, justamente, por las características del contexto actual, una potenciación creativa de prácticas de extensión en diferentes universidades de Argentina. Por ejemplo, en Santa Fe, inspirados por esa práctica increíble que Cucurto imagina después de la crisis de 2001, Eloísa cartonera, y también por dos editoriales universitarias cartoneras, una de Córdoba y una de Rosario, creamos, entre el CONICET y la UNL, una editorial de este tipo. Publicamos no sólo literatura, sino textos de divulgación científica, crónicas, recetas de cocina: queremos llegar a los que aún no son lectores, a los que creen que “eso no es para nosotros”, a quienes jamás entraron a una librería. Pero también queremos que nuestros estudiantes universitarios, empobrecidos, sigan comprando libros de calidad, en papel, bonitos en cuanto al diseño, y baratos. La respuesta que encontramos en graduados, científicos, estudiantes es increíble. Somos un colectivo de unas sesenta personas aproximadamente. Para una universidad y una unidad ejecutora de provincia, es muchísima gente.
Algo parecido podría decirles de la investigación: no somos pocos los que invertimos buena parte del salario para sostener nuestras investigaciones en este contexto de desfinanciamiento. Continuamos así una tradición lamentablemente instalada en Argentina: cuando publiquemos los resultados de esta investigación que estamos haciendo con Sapiro, van a encontrar que la mayor parte de los investigadores entrevistados alude a prácticas de este tipo. Para un buen número de esos investigadores el apoyo estatal a la ciencia durante los años Kirchner tuvo el carácter de un acontecimiento, algo fuera de cálculo, inesperado, una excepcionalidad.
Por más que me han cuestionado el uso de este término, pienso las prácticas de investigación, enseñanza y extensión como acciones de resistencia. Encuentro ahí un modo, más o menos sintomático, de reaccionar ante tanta desidia estatal.