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Carl Einstein y las formas de lo visual en la historia del arte

Carlos Fisgativa*

*Carlos Fisgativa es egresado de filosofía de la Universidad del Quindío (Colombia), Magíster en filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia). En su tesis de maestría se ocupó de la subjetividad, la literatura y la escritura en la obra de Jacques Derrida. Actualmente es estudiante del Doctorado en filosofía de la Universidad de Buenos Aires en el cual realiza una investigación acerca del pensamiento de derridiano sobre las artes. 

Carl Einstein enfrenta las teorías estéticas y la historia del arte combativamente. Escribió obras literarias, análisis de pinturas, así como reflexiones metodológicas acerca de la visión, de las obras, del rol del artista, de la recepción y de la crítica. Se explora a continuación otra noción de lo visual de carácter dinámico y no representativo, partiendo de la refutación a la visión adiestrada y a las nociones abstractas que determinan algunos modos del ver en la historia del arte. Esto conmociona las nociones de temporalidad y de espacialidad, al igual que la posición del sujeto, sea artista o espectador, y de la obra como acabada y cerrada. Esto permite sostener que en los escritos de Carl Einstein se proponen modos de lo visual que no se centran en la visión abstracta de un sujeto para quien el arte es objeto del goce o de crítica y que, además, el arte es un elemento configurador de la realidad. Las consideraciones metodológicas soportan esta perspectiva de la historia del arte que crítica la temporalidad progresiva en los relatos y en la clasificación de las obras. Lo cual es un rasgo común con otros pensadores como Aby Warburg y Walter Benjamin.

 

Anotaciones metodológicas

 

En sus reflexiones teóricas, Einstein se dirige contra la estética aburguesada que asume el arte como un goce normalizado. En “Sobre el arte primitivo” de 1919 se advierte ya el carácter ideológico de los juicios estéticos: “La obra de arte europea sigue estando al servicio del aseguramiento interno y del fortalecimiento del burgués con posesiones. Este arte proporciona al burgués la ficción de la rebelión estética” (Einstein, 2008, p. 37).

 

En el texto “Anotaciones” de 1914 se postula que el arte determina la visión y la ordena en torno a leyes, que la visión supone la memoria del arte visto y de los modos en que se han organizado las nociones visuales. Consecuencias de esto son: 1) que el arte no tendría como función dar cuenta de una visión ya dada y ajena a las obras. 2) Que las diversas configuraciones de lo visual son la memoria o historicidad del arte y de la visión. 3) Que el arte trastorna las nociones convencionales y abstractas del espacio. 4) Una crítica del psicologismo reinante en las teorías estéticas, que hacen de las condiciones del observador lo determinante de la visión y de las obras. Ello le permite a Einstein afirmar que:

 

El arte se convierte en una fuerza eficaz en tanto sea capaz de ordenar la visión con arreglo a unas leyes. Con demasiada frecuencia se confunden las variantes psicológicas del observador del arte con las leyes propiamente dichas, fusionando ingenuamente al observador con la obra de arte (2008, p. 29).

 

De este modo se evita que la condición del sujeto que juzga o es afectado por la obra de arte sea determinante, que se extrapolen procedimientos desde la lógica y que la psicología asuma a la obra como efecto y proceso exclusivamente suyo. Además, hay que agregar que un método de pensamiento basado en la simplicidad no puede determinar la creación artística, haciendo de la obra  el reverso de un juicio y de una ideología. La simplicidad no es una forma ni coincide con lo originario, “es la visión y el modo de hablar del burgués, quien en la oración principal siempre dice ‘buenas tardes’ en un prado siempre verde” (Einstein, 2008, p. 34).

Existen las obras, existe el arte, en esto consiste el realismo de la obra y la autonomía de la percepción visual frente a lo biológico y a lo psicológico. Una autonomía tal exige un modo de conocer independiente que transforma el mundo, que ocurre en la obra y no en el proceso de creación, de observación ni en un sustrato metafísico, abstracto e ideal (Einstein, 2008, p. 30). Asimismo, se señala que el el arte no se ocupa de objetos sino de las configuraciones de la visión. Esto sustenta la crítica a la visión automatizada u organizada ejemplificada claramente por esa “antítesis del arte” que “se llama hoy exposición” (Einstein, 2008, p. 33).

 

El autor también se pregunta por la relación entre escritura (crítica y teoría) y  las obras arte: “Si la pintura cesa por completo, lo que se hace en el lienzo es literatura hueca, propia de un estudiante de enseñanza media” (Einstein, 2008, p. 33). En tal caso se pinta como comentando la teoría filosófica del arte o la ideología que “convierte cada cuadro en la metáfora de un teorema que va más allá de él: los cuadros acaban por ser comentarios a una filosofía del arte” (Einstein, 2008, p. 35). Caso opuesto es el de un pintor como Braque, quien “evita las ideas, con cuya ayuda las personas pequeñas a menudo tratan de salvar la tediosa pintura (Einstein, 2008, p. 55).

Tal y como indica Julia Kelly (2007) en “Discipline and indiscipline: the ethnographies of Documents”, en estos escritos tempranos se destaca el componente formalista de las investigaciones de Einstein (p. 7). Pero en el posterior encuentro con otras perspectivas como la del bajo materialismo batailleano, esa indagación por las formas debe convivir con aquello no representativo ni imitativo que es lo informe (Bataille, 1991). La convergencia de estas perspectivas tan heterogéneas en la revista Documents es explicada por Fumio Chiba (2007) gracias a una “dialéctica de las formas”.

En el primer número de Documents publicado en 1929, se editó el texto “Aforismos metódicos”, el cual es un escrito denso y punzante que define la historia del arte por el combate de las experiencias visuales, los espacios inventados, las figuraciones de las formas. De acuerdo con lo anterior, la visión se construye en la relación de tensa lucha entre espacios, objetos y temporalidades, cada uno de ellos determinados alternativamente para lograr dar cuenta de la historicidad del arte y de la visión.

El concepto de objeto que se expresa con ideas inmutables, ajenas a la dinámica de los procesos psicológicos, pero las percepciones visuales no responden a la estabilidad de esta noción de objeto, por lo cual es insuficiente para pensar las obras de arte en sus transformaciones. Sin embargo, no solo el objeto es cambiante, el espacio y el tiempo también son dinámicos. Esta noción del espacio como función psicológica dinámica cuestiona la percepción visual y las representaciones configuradas según leyes psicológicas habituales. No obstante, resulta más difícil pensar el espacio de manera que no sea una base rígida y continua en la cual se disponen objetos u obras.

Por otra parte, el autor señala que los cuadros y el arte concentran sueños y también otros procesos psicológicos que enfrentan lo fugaz del tiempo, planteando alternativas a la muerte que no consisten solo en idealizar o exorcisar: “Estas formas repetidas continuamente y firmemente afianzadas derivan de la angustia ante lo invisible y ante la desaparición repentina que supone la muerte” (Einstein, 2008, p. 55). Las formas del arte son entonces la historia de esas resistencias ante la muerte, la memoria de estas luchas.

De la misma manera, Einstein reconsidera la relación entre lo religioso y el arte, sus aspectos auráticos o comunitarios, cuestionando  entonces los límites que el academicismo pone a la imaginación religiosa. Es esta una “perspectiva de la creación artística mitológica” (Amargós, 2008 p. 89) que trasciende lo lógico y lo individual y que tuvo en consideración al ocuparse del arte africano como de las vanguardias.

 

 

Las formas visuales del cubismo

 

En “Notas sobre el cubismo” publicado en 1929, Einstein comenta sobre la relación de la vanguardia con la historia, relación que no se basa en el calendario, sino en la técnica y las formas de las obras. Ello le permite hacer planteamientos teóricos teniendo en cuenta la pintura de Braque, Picasso, Juan Gris o Fernand Léger. Sostiene que el cubismo analítico disocia las nociones pictóricas desencadenando una crisis del color y la consecuente modificación de lo visual y lo espacial: “Hacia 1908, comenzamos a no estar ya satisfechos de las soluciones puramente pictóricas” (Einstein, 2008, p. 48). Esta es una crisis de la figuración y de un modo de percibir que “tiene su origen precisamente en la pintura impresionista y cubista, que nos muestran lo que percibimos ópticamente como relativo” (Einstein, 2008, p. 90-91).

Las obras cubistas desestabilizan lo figurativo, el cuerpo, los objetos y el espacio. Por ejemplo, la pintura de Braque “destruye definitivamente la realidad reciamente restringida, que se limitaba a objetos normalizados y previamente existentes” (Einstein, 2008, p. 65). La desintegración de los objetos lleva a una búsqueda de un espacio no natural. Se separa, entonces, la imagen del objeto y hace del cuadro una realidad con condiciones propias:

 

Fueron los cubistas los que quebrantaron el objeto, siempre idéntico a sí mismo, es decir, la memoria en la cual las nociones se adaptan unas a otras. Su mérito principal consiste en haber destruido las imágenes mnemónicas (Einstein, 2008, pp. 48-49).

 

Esto abre la posibilidad de la visión autónoma a partir de observaciones diferenciales de perspectivas múltiples de acuerdo con una visión no focalizada en el espectador y que no abrevia de modo naturalista a partir de experiencias normalizadas. Por esta razón, no procede a la repetición naturalista de formas biológica, sino que da lugar a la invención formal, separándose de la visión automatizada, de la imitación de objetos que obstaculiza la figuración alucinatoria y su concentración de los procesos psicológicos. En vez de la semejanza naturalista, se trata de una profundidad que superpone los planos sin jerarquizarlos, de movimientos ópticos subjetivos que apoyan una construcción tectónica de espacios y formas:

 

Se transforman las nociones temporales de movimiento en una simultaneidad estática donde los elementos primordiales de los movimientos contrastantes están comprimidos. Dichos movimientos se dividen en diferentes campos de formas en los cuales se disgrega y se rompe la figura. En lugar de ofrecer como antes un grupo de diversos movimientos objetivos, se crea un grupo de movimientos ópticos subjetivos. La luz y el color se utilizan en un sentido tectónico, para apoyar la construcción (Einstein, 2008, p. 50-51).

 

Los impresionistas habían disgregado los objetos a través del color, pero los cubistas los disgregan por lo tectónico, seleccionando momentos decisivos para una contracción pictórica no objetiva,  de este modo se altera la temporalidad sucesiva y se altera el espacio que no corresponde a la profundidad geométrica. Todos estos son aspectos comunes al arte africano y al cubismo.


El volumen y la masa no son lo mismo, la masa corresponde a la profundidad en la que se simula un objeto, mientras que el volumen es figurado como plano según la simultaneidad de perspectivas y movimientos. De manera que “el factor decisivo es el volumen, que no es idéntico a la masa, porque el volumen es una totalización de movimientos ópticos discontinuos. Así el continuo convencional del cuerpo se rompe…” (Einstein, 2008, p. 47). Son los campos de forma los que dislocan el objeto en tanto unidad determinada por un sujeto:

 

Para nosotros la forma es algo espontáneo […] Está claro que la forma que no imita modelos preconcebidos no puede ser verificada, del mismo modo que tampoco puede ser demostrado u milagro o un sueño. Ahora el único criterio de la pintura es encontrar la forma, es decir, preguntarse qué aporta el pintor a lo real de una realidad todavía desconocida […] Esto significa que la forma es un conjunto de analogías esporádicas, mientras que el objeto supone la entumecida sedimentación de los procesos firmemente asegurados (Einstein, 2008, p. 67).

En algunos comentarios sobre el cubismo y sobre Picasso publicados originalmente en Documents, Einstein sostiene que las pinturas cubistas no son cuadros retóricos, descriptivos ni imitativos, sino míticos y basados en “alucinaciones tectónicas”, que se advierte en ellos “una disciplina de la alucinación: el caudal de los procesos psicológicos es, por así decirlo, repelido por el dique estático de las formas” (Einstein, 2008, p. 163).  Asimismo, que “las alucinaciones de Picasso están férreamente protegidas por sus formas. Corresponden a cortes precisos de su obsesión” (Einstein, 2008, p. 170). Lo que supone un registro que no es de novela, que elimina el drama de los personajes, de la invención y de la intimidad psicológica. Algo similar está en juego cuando se dice de Braque que:

 

Toda alucinación provoca la destrucción del yo consciente, y el hombre surge al experimentar que la verdadera poesía es un proceso universal incesante que tiene lugar dentro de cada uno, más allá de la voluntad y del conocimiento (Einstein, 2008, p. 55).

 

 

Los planteamientos teóricos y metodológicos propuestos por Carl Einstein ofrecen modos de ver alternativos que cuestionan la temporalidad progresiva, el espacio geométrico o perspectivo. También fragmentan la unidad sustancial o idéntica del sujeto y de los objetos. Lo que para el autor es común al cubismo pictórico y al arte africano, lo que tiene como resultado que el arte exceda lo individual y la determinación lógica. Por ende, se recurre a formas autónomas del arte que no  se corresponden con las formas del juicio lógico estético y que además no se rigen por teleologías o progresiones a partir de un origen, sino que remiten a lo alucinatorio, a lo mitológico, a lo religioso  y a lo trascendente; entendiendo por esto, todo aquello que excede la subjetividad burguesa.

El arte africano ante la historia

 

Negerplastik (1915) es un texto acompañado de 119 láminas de esculturas y máscaras africanas que trastoca los fundamentos de los juicios estéticos o críticos respecto al arte africano, y por lo tanto, cuestiona las nociones de perspectiva, de lo plástico, de lo pictórico dominantes en la historia del arte. En este libro, Einstein aborda las cuestiones de espacio y de los medios de la producción artística dando una nueva significación a estos objetos ya materialmente existentes que también es propiciada por las vanguardias de principios del siglo XX.

Son tres hipótesis las que guían el texto y las imágenes: la resistencia del arte africano al modelo de tiempo evolutivo, que se evita su reducción a una cultura desaparecida, ajena e inaccesible, y por último, no clasificarlo en un estadio inicial de evolución artística (Einstein, 1915, p. V). Estos objetos difíciles de catalogar son considerados primitivos porque no representan de modo naturalista ni dan cuenta de un progreso evolutivo en la representación. Los intentos de legitimar el arte africano desde disciplinas como la antropología o la etnografía no agotan estos hechos artísticos. Puesto que la clasificación en relación al lugar es excedida por las constantes migraciones que mezclan los tiempos y los estilos (Einstein, 1915, p. VI). Estos enfoques ponen en detrimento la objetualidad y los aspectos formales de las obras al abordarlas en relación con el ambiente en el que supuestamente emergieron.

Estas obras también causan extrañeza a los historiadores del arte europeo porque no obedecen a la visión en perspectiva. Por lo cual no se adaptan a lo pictórico y la espacialidad geométrica, que subsume lo escultural y lo tridimensional en orden a comunicar la emoción entre creador y espectador con medios pictóricos (Einstein, 1915, p. IX).

Esto supone una concepción del espacio que desemboca en teorías de lo escultórico a partir de la perspectiva o de la conmoción y que eliminan la distancia hacia las cosas, mientras que en el arte africano se encuentran formas esculturales puras (Einstein, 1915, p. XI), por ello, las obras son autónomas y trascendentes incluso para quien la realiza, son objetos de veneración, de adoración desde una distancia inconmensurable que excluye al espectador, la recepción gozosa y el tacto, a pesar de que se presentan en un espacio inmediato a la sensación, no fragmentario y cerrado, en concordancia con un poderoso realismo formal (Einstein, 1915, pp. XIII-XIV) que puede interpretarse como abstracto. Esto impide que sea el receptor o el teórico quien determina de modo reversible el proceso creativo, desandando un camino que pasa por la obra hasta llegar a la posición de creador. La obra como construcción formal expresa modos del ver y las leyes de la visión que aportan un conocimiento de lo inmediato y por lo tanto no requieren de esas mediaciones (Einstein, 1915, p. VIII).

El arte africano tiene un modo tridimensional de ver que posibilita un análisis formal acerca de la creación del espacio y de la visión. La visión está predeterminada por la religión, por ello no hay retratos (Einstein, 1915, p. XIV), no es  una visión bajo la voluntad de un sujeto, el espectador no orienta las partes de la obra desde una perspectiva frontal limpia. La obra de arte africana es forma autocontenida, tautológica por ello “no significa nada, no es un símbolo” (Einstein, 1915, p. XV), son obras de un realismo formal en el que se da lo trascendente y metafísico, que unen la intensidad y la distancia.

Dejando de lado el aspecto metafísico y religioso inherente al arte africano, es posible indagar por la naturaleza formal de la visión. Es así como Einstein plantea que el arte africano ha encontrado una solución a los problemas del espacio tridimensional en “una dimensión formal” (Einstein, 1915, p. XIX).

Según lo anterior, se debe integrar el espacio disperso sin ser representado como algo móvil y expresar el movimiento por una forma inmóvil  que no responde a una dimensión temporal en progresión, puesto que es excluida por la simultaneidad espacial.

La historia de la forma se ha centrado en los procesos psicológicos del creador o del observador abyecto haciendo de la obra un mediador entre sujetos, por lo tanto la materia era representada como una masa que obtiene su determinación según la visión y en perspectiva y la especialidad geométrica, pero para un abordaje formal como el de Einstein, que evita ser abstracto o idealista, quedan entonces preguntas por resolver: ¿cómo es posible la representación visual como una totalidad dada de modo inmediato?, ¿cómo entender la relación entre materia y forma? “¿qué es forma en el volumen?” (Einstein, 1915, p. XVIII).

Bibliografia

 

Amargós,  J. (2008). Carl Einstein: vanguardia y crítica de la vanguardia.  Revista de filología alemana, 16, 87-110.

Bataille, G. (1991) Informe. Documents: volume 1, 1929. Paris: Éditions Jean-Michel Place. P 382

Chiba, F. (2007). De la dialectique des formes dans la revue Documents. Pleine Marge, 45, 157-178.

De Luelmo Jareño,  J. M.  (2014). Carl Einstein y el umbral heurístico de la pintura. Daímon. Revista Internacional de Filosofía, 61, 23-37.

Einstein, C. (1915). Negerplastik. Leipzig:Verlag der weissen Bücher.

Einstein, C. (2008). El arte como revuelta. Escritos sobre las vanguardias (1912-1933). Madrid, España: Lampreave & Millán.

Joyce, C. (2011). Georges Braque et l’anthropologie de l’image onirique de Carl Einstein. Revista Gradhiva, 14, 145-163.

Kelly, J. (2007) Discipline and indiscipline: the ethnographies of Documents. Papers on Surrealis­m, 7. Recuperado de:

http://www.surrealismcentre.ac.uk/papersofsurrealism/journal7/acrobat%20files/articles/Kellypdf.pdf

 

Lista de imágenes

 

Lámina tomada de Negerplastik, número: 1.

Lámina tomada de Negerplastik. Número: 89.

Lámina tomada de Negerplastik. Número: 101.

Braque, F. (1929) Nature morte.

Picasso, P. (1928) Le peintre et son modèle.

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