Editorial
Editorial
Una pietra punto e basta.
Me gustan las piedras
en los cuerpos
sobresaturación del sistema
que tiende a la cristalización
de mí
de mis desechos
vueltos
gemas resistentes
al fuego
de sus palabras
Vanna Andreini, Chelidonia
12. ¿Cómo viven los vivos con los muertos? Mientras el capitalismo no deshumanizó la sociedad, todos los vivos esperaban alcanzar la experiencia de los muertos. Era su futuro último. Por sí mismos, eran incompletos. Así, vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma tan peculiar de egoísmo como la de hoy en día podía romper esa interdependencia. Y los resultados han sido desastrosos para los vivos, que ahora creen que los muertos son aquellos que han quedado eliminados.
John Berger, 12 tesis sobre la economía de los muertos
La sospecha nietzscheana se formula a menudo bajo la fórmula de una pregunta: “¿quién habla?”. Sabemos que la pregunta parece inocente pero es por demás subversiva. ¿Quién habla? ¿con qué intereses? ¿para qué? ¿qué mundo sostienen sus palabras? ¿qué mundos anulan? ¿Qué prácticas son allí desestabilizadas, recreadas? Y sobre todo, ¿cuáles son sus prejuicios irrenunciables? ¿cuáles sus deseos más perversos? ¿cuáles sus fantasías inconfesables? La pregunta incluye la sospecha marxiana, aquella que reconduce la pregunta por las condiciones materiales de enunciación de un determinado discurso. Y también la freudiana, aquella que sospecha de las razones de la consciencia y que apela a un inconsciente para nombrar lo que Nietzsche a menudo comprende, de un modo más amplio, como la voluntad de poder que se pone en juego en el discurso. ¿Habla la piedra? ¿Hablan los muertos? Si es posible señalar una perspectiva semejante es a fuerza de una desubjetivación radical.
La puesta en foco sobre la enunciación, entonces, nada tiene que ver con una reafirmación del sujeto. Más bien, por el contrario, señala la ineficacia de tal concepto. A la disolución del discurso sobre el sujeto y sus fines ‒en términos generales el posthumanismo‒ queremos pensarla aquí como apertura hacia un nuevo materialismo. Esto implica el rechazo de la habitual reducción de la escritura y el pensamiento a una suerte de superestructura que vendría a embellecer (desde el punto de vista racional) una realidad cruda y casi intolerable, o bien a nombrar a distancia un real inasible. En este punto cabe repetir como un mantra
Psyché es extensa.
La ideología, la imaginación, la palabra, son todas dimensiones materiales de la existencia, ni supernumerarias ni marcaciones inocuas de un mundo que estaría (siempre) en otro lado.
Al afirmar la noción de materia, tenemos un enemigo en mente: la jerarquización de lo que hay y su determinación teleológica. Un materialismo que se aboque a la transvaloración de toda jerarquía, invirtiendo para distorsionar. Tomar partido por las cosas, tratar a la subjetividad como una materia y a las ideas y conceptos como piedras que pueden arrojarse para romper o asentarse para sostener. Pensar qué espera la piedra y cómo se acomuna la planta. Pensar desde la planta y desde la piedra, desde el animal y desde lo muerto. Invertir como lo hacían los haitianos de la revolución de 1805: no buscar la igualdad entre blancos y negros, sino dar a los blancos un tratamiento negro y, entonces, forzando un poco el argumento, dar a los conceptos, a los discursos, a las subjetividades un tratamiento material.
Imaginamos la reivindicación de una enunciación súbdita, subalterna, subversiva, subhumana. Enunciación desde lo bajo. Esta serie sólo es posible si se toma en cuenta la particular historicidad de latinoamérica: somos el síntoma de la violencia pura descargada sin cesar durante siglos. Desde acá no rememoramos en un proceso de racionalización o de idealización del pasado, no añadimos uno a uno los hechos con sentido del pasado para lograr un bosquejo del espíritu de nuestro pueblo. Antes bien, nos caracteriza el trauma: nos deja sin aliento el acontecimiento improbable pero necesario de lo que acaba de pasar y sin embargo no podemos pensar. La memoria, entonces, ha tendido a desarrollarse más bajo la forma de la reacción (callejera, artística, entre otras formas de la perfo colectiva) que bajo la forma de la elaboración. Repetimos sin parar los gritos y los piedrazos, prácticamente a las mismas personas (o a sus vástagos, o a sus apoderados) desde hace casi 50 años, 500 años. Y en la eterna reiteración contrabandeamos lo indispensable para seguir siguiendo: la música, la imagen, la escritura en fragmentos, la afectación colectiva.
Los cuadernos materialistas son un espacio de investigación y de trabajo exploratorio sobre problemas vinculados a las múltiples formas de pensar el materialismo hoy. A partir de las coordenadas que proporciona el así llamado “giro materialista” del pensamiento filosófico contemporáneo, esta publicación busca ser un espacio de encuentro: un umbral donde se acomunan elementos discretos cuyas conexiones forman la textura siempre variable de cualquier lugar. En este “giro materialista” distinguimos al menos dos campos de trabajo filosófico.
Por un lado recorrer la pregunta por la ontología volcada sobre la problematización y distribución de lo que existe (animal, vegetal, mineral, orgánico o inorgánico, etc.) y las lógicas específicas que históricamente se les han atribuido. Nos gustaría exponer en este espacio las discusiones y ensayos orientados a desestabilizar estas lógicas diversas en pos de nuevas formas de abordar el entrelazamiento, la composición y la acción animal, los distintos tipos de vegetalidad y la mineralidad. Se trata evidentemente de poner en juego nuevas nociones de lo inhumano, el deseo, lo sintiente, la agencia, lo inorgánico, lo muerto, lo que crece, lo natural, el medioambiente.
Por otra parte, una inquietud estético-política que apuesta por una estética que vuelva inoperante el dualismo subordinante materia/forma, asumiendo el pasaje del no ser al ser que terminó llamándose “arte” y el lazo comunitario que llamamos “política” –que implica una necesaria revisión del ethos no ya únicamente humano– como prerrogativas de todo lo existente.
Este espacio es, además, concebido como una serie de cuadernos: conjunto de papeles de trabajo, apuntes de investigación, notas provisorias, marcas bibliográficas, lugar de apertura de temas y de formulación de preguntas lanzadas a la posibilidad infinita de su discusión.
Así, coexisten en estas páginas palabras de formatos diversos, escritas especialmente para la ocasión, textos inhallables, traducciones de artículos y ensayos recientes: todos ellos remueven, renuevan lo que se piensa bajo el nombre de “materia” y movilizan las fuerzas asociadas al “materialismo” en los ámbitos ontológico, estético y político irreductibles a la dialéctica y a los conspicuos binarismos.
Los artículos publicados en este primer número fueron presentados en versiones acotadas en el Simposio “Problemas para una nueva filosofía materialista”, en el marco de las II Jornadas del Departamento de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. A la vez, forman parte de los avances de la investigación que realizan los miembros de los distintos grupos colaboradores.
Como apertura de la sección dedicada a las traducciones, ponemos a disposición la versión en español de un artículo del filósofo del arte francés Henri Maldiney, autor ineludible para pensar la estética francesa contemporánea.